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Exile on Main Street de The Rolling Stones crítica y opinión

Exile on Main Street de The Rolling Stones crítica y opinión
Índice

El proceso de creación de Exile on Main Street comienza en 1971, con un problema de impuestos “forzó” a los Rolling Stones a exiliarse a la localidad francesa de Villefranche-sur-mer.

Una vez en Francia, la banda comenzó a grabar en el sótano de la mansión de Keith Richards, “Nellcôte”. Antes lo habían intentado en cines y salas de fiesta La conveniencia acabó ganando.

El proceso de grabación era muy lento. Los miembros de la banda estaban repartidos por el sur de Francia y era difícil reunirlos a todos. No encontraban las condiciones ideales para empezar. ¿El remedio? Dejar la cinta grabando y esperar a que en algún momento saliera algo.

El sótano era un lugar húmedo con habitaciones por las que se distribuyeron los diferentes instrumentos. “El tejado goteaba y había cortes de electricidad. Teníamos que lidiar con todo eso y seguir adelante”, recuerda el guitarrista Mick Taylor. Todo estaba conectado a un estudio portátil instalado en un camión y aparcado fuera de la mansión. Cada vez que se querían comunicar con ellos tenían que correr hacia el camión y enviar el mensaje.

Pero sin duda, junto con el rock, los grandes protagonistas del exilio en Francia fueron el sexo y las drogas. Era una fórmula que no habían inventado los Rolling Stones, pero que supieron aprovechar al máximo.

Durante todo el verano, la mansión de Richards fue visitada por amigos, groupies, periodistas y camellos. Había tanta gente que nadie sabe quién fue el responsable del robo de múltiples instrumentos en Septiembre. La banda formó un gran revuelo en la pequeña localidad francesa con las idas y venidas de sustancias ilegales y ruido. Cuando llegó el invierno, y la gente comenzó a marcharse, decidieron dar por buenas las grabaciones y desalojar con destino Los Ángeles. El disco finalmente vería la luz en Mayo de 1972.

Crítica

Exile on Main Street es a menudo considerado el mejor disco de The Rolling Stones.

Pero es importante remarcar que estamos ante un disco atípico. No hay una canción que destaque sobre otra. A la vez no hay ninguna canción que pueda ser eliminada sin que el álbum pierda fuerza. Es un todo coherente, una canción se complementa con la anterior y juntas crean un álbum imprescindible.

Musicalmente, Keith Richards lo definió de la mejor manera posible. «Un montón de cosas que habíamos recogido por el camino y después fueron saliendo. Quiero decir, bebes de cualquier cosa que escuchas desde que eres un niño. Probablemente, alguna de las cosas que escribo o toco son cosas que escuché en 1947».

Es una amalgama de sonidos (Blues, Gospel, Rock and Roll…) que tienen en común la música negra norteamericana. La falta de participación de Mick Jagger en las grabaciones hizo que Keith Richards tomase las riendas creativas, que acabarían tornándose en un disco crudo. Destaca el saxofón de Bobby Keys, en “Casino Boogie” dónde su sólo de 25 segundos nos deja pegados al suelo o “Happy” dónde, de una manera más discreta, aporta un sonido más “sucio” que define perfectamente la estancia de los Rolling Stones en Francia. 

Aunque hay voces que rebajan la importancia de lo ocurrido en Francia para su creación (algunas partes se habían empezado a grabar en 1969 en Londres), el disco y su sonido no se podrían haber conseguido si no se hubiesen dado una serie de circunstancias. Canciones como “Ventilator Blues”, inspirada por el calor y la falta de ventanas en el sótano ayudan a completar en nuestra cabeza las piezas necesarias para entender el álbum.

Quizá por el contexto en que fue creado, el disco es considerado por muchos críticos como una obra conceptual. Una historia de lamento, desde el éxtasis nocturno a la búsqueda de redención del día siguiente. Todo ello en un momento en el que el grupo afronta matrimonio, niños y adicciones. El crítico Lester Bangs lo definió en 1972 como un disco “sobre bajas, y la fiesta como manera de asumirlas”, “La fiesta es obvia, las bajas son inevitables”.

The Rolling Stones – Tumbling Dice

Opinión

Es difícil escoger un disco que defina la carrera de los Rolling Stones. ¿Es Exile on Main Street su mejor álbum? ¿Es mejor que Sticky Fingers o Let it Bleed?. Difícil y arriesgado. Lo que hace muy bien “Exile” es definir un momento, un sonido y un lugar. De nuevo Keith Richards: «Con los años ha adquirido un brillo mágico. Probablemente por la manera en la que fue grabado, su crudeza, su nerviosismo”.

Puede que no sea el disco más accesible para un primerizo, pero es el disco que vas a querer en tu colección cuando tengas visita en casa. Es una inversión sonora a medio-largo plazo. Prueba de ello son algunas de las primeras críticas de la época, que lo calificaron como un fracaso. Hoy, nadie se atrevería.

Todo se envuelve en una maravillosa portada, obra de John Van Hamersveld a partir de una fotografía de Robert Frank, que resume visualmente lo que después encontraremos en sus canciones.  

Exigente pero agradecido. Se te mete en la cabeza y te deja preguntándote qué es lo que acabas de escuchar. Cuando lo oyes por primera vez sientes la necesidad de volver a escucharlo de nuevo. Y cuando empiezas a apreciar la cantidad de capas sobre las que se construye quieres tenerlo siempre a mano. Es una obsesión. Una bendita obsesión.

The Rolling Stones – Sweet Virginia

Lista de canciones

  1. Rocks off
  2. Rip this foint
  3. Hip shake
  4. Casino boogie
  5. Tumbling dice
  6.  Sweet Virginia
  7. Torn & frayed
  8. Black angez
  9. Loving cup
  10. Happy
  11. Tord on the run
  12. Ventilator blues
  13. Just wanna see his face
  14. Let it loose
  15. All down the line
  16.  Stop breaking down
  17. Shine a light
  18. Soul survivo

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