La publicación del álbum en vivo el 30 de abril del 2021 en 3 formatos diferentes incluyendo CD y vinilo doble fue toda una sorpresa para los amantes de esta mítica banda. Hablamos de un disco de 7 sencillos: “Shine on You Crazy Diamond” compuesta por cinco partes y en donde cada una sirve de complemento para la siguiente; “Wish You Were Here” creando una atmósfera conmovedora; “Sorrow” y “Comfortably Numb” en donde vuelven de nuevo a brillar los solos del gran David Gilmour; “Run Like Hell” con un sonido ensordecedor y con mucha presencia; “Money” al puro estilo de Dark Side of the Moon; y sin olvidarse de la original perlita musical “Great Gig in the Sky”.
Crítica
Cuando hablamos de una banda como la mítica Pink Floyd cuyas obras y maniobras se hallan en el abismo musical que separa lo terrenal de lo divino, es muy complicado superar dicho nivel, aun reformando y cambiando todo el equipo. Llamarse Pink Floyd es mucho peso por encima; de allí que, en lo que respecta a esta nueva versión, si bien es toda una joya musical, sería de mala fe decir que es un proyecto de 10, o que haya superado en arte y encanto a la versión original.
Para empezar, incluir saxofonistas en la música rock ya de por sí es mucho arriesgar, salvo raras excepciones como “Us and Them”. Eso sí, si al saxofón le sumamos una falta de precisión y armonía entre el contenido musical y el sonido emitido, el resultado ya no puede ser una excepción. Con ello nos referimos a la presencia de Candy Dulfer en el Live at Knebworth 1990; pues si bien su talento como saxofonista es indiscutible, creemos que su presencia ha sumado muy poco al conjunto. Es cierto que Candy Dulfer pudo salir de su letargo y regalar momentos de placer musical en los solos; sin embargo, en cuanto su sonido se juntaba con el riff, como en el caso del sencillo “Money”, ya la combinación deja de ser tan fructífera. Y, sin quitarle méritos a la hábil saxofonista, dichos detalles se aprenden colaborando con la banda durante mucho tiempo y conectando con el espíritu y modo de trabajar de Pink Floyd.
Eso sí, no todo es un mar de lágrimas, una de las presencias más destacadas, ¡Como no!, es la de David Gilmour que, a sus 75 años de edad, sigue brillando y regalando momentos de satisfacción musical a pesar de que los años no perdonan. Si hablamos de mejoras apreciables, sin duda habría que poner sobre la mesa a la canción “The Great Gig in the Sky” la cual nos traslada a otra dimensión y a un remanso de paz gracias a las maniobras vocales de la gran Clare Torry. Es cierto que en esta versión la vocalista tuvo menos trabajo, pues hay que recordar que en la original tuvo que hacer todo por su cuenta brillando por encima de las estrellas; aún así, su presencia ha sido todo oxígeno para una banda musical al que le sigue faltando apoyos y talento para volver a su antigua posición, lugar al que pertenece.
Pasando a la parte visual cabe recalcar que no hubo mucho espectáculo escénico, las únicas en darle un poco de color al directo fueron las cantantes de respaldo, quienes habían coreografiado algunos movimientos de baile a modo de acompañamiento; detalle que perjudicó un poco a la gran Clare Torry, pues si bien sigue siendo toda una diosa cantando, el bailar nunca había sido su fuerte.
En resumen, ha habido muchos altibajos, momentos de gloria, momentos de nostalgia, momentos de liberación y otros de bajón; pero que en conjunto nos han regalado un momento de gloria y de disfrute a nivel musical; pues, pase lo que pase, Pink Floyd seguirá siendo Pink Floyd.
Opinión
Volver a escuchar a la banda tocar es siempre un honor y una ocasión para la historia, la actuación ha sido “arreglada” por las increíbles actuaciones de David Gilmour, Andy Jackson y la vocalista Clare Torry. La edición merece todo el respeto, haciendo visible todo el encanto musical que encierra cada parte del álbum. En lo personal “Money” ha sido uno de los sencillos más gratificantes mostrando una versión más alargada en tiempo y valor, y haciendo que gocemos musicalmente de una de las bandas históricas que, a día de hoy, y a pesar de los cambios, sigue en pie y sigue ondeando la bandera de Pink Floyd.
Otro de los detalles a destacar son las magníficas armonías que nos regalan los versos de “Comfortably Numb”, unos versos y unas frases que parecen miel en boca, y que siguen teniendo todo el sentido del mundo. La presencia de la mítica voz de Torry desde su última aparición con la banda en 1973 es todo un honor, y lo mejor es que su presencia fue adornada por su excelente voz, una voz que ligaba con la música como carne y uña. También merecen ser nombrados Guy Pratt y Jon Clarin que, a pesar de aparecer como invitados, su aportación no fue desapercibida.
Además, y a pesar de que no todo merece ser elogiado como bien se dejó claro en la crítica, los arreglos han estado a la altura, y han podido conservarse de la mejor manera durante esos largos y dolorosos 30 años de ausencia.
En resumida cuentas Live at Knebworth 1990 no es para nada el mejor álbum en vivo de la banda, es más bien una forma de aparecer en escena y demostrar al mundo la capacidad y el potencial que tiene la banda para cerrar ciclos y abrir otros, y perdurar en el tiempo como el buen vino. El álbum en vivo es todo un hito histórico para los amantes de la buena música y los fanáticos de una banda a la que nunca faltó apoyo. No se sabe que será de la banda, si esta publicación es un hasta luego, o un hasta nunca; pero lo que sí podemos ver a millas de distancia es que existe la posibilidad de poder disfrutar del grupo, y que su razón de existir no sea la de revivir momentos, sino la de brillar de nuevo y regalar a su fiel audiencia más momentos de placer musical independientemente de la continuidad, o no, de los grandes protagonistas de la banda; pues Pink Floyd no es solo David Gilmour y compañía, sino muchísimo más…